martes, 28 de julio de 2009

Ventana

Cobeta, Guadalajara. 25 de julio de 2009.

lunes, 20 de julio de 2009

Mi verdadero hogar

He vuelto a mi antiguo barrio. Siempre lo hago cuando regreso a Madrid. Mi padre sigue viviendo en el mismo apartamento que nos vio crecer a mi hermano y a mí y es aquí donde me alojo. Y lo sigo considerando hogar con mayúsculas. Aunque haya sido Bruselas la ciudad que despertó mi independencia, cada vez que abro la puerta del piso de mis padres, un sentimiento de acogida recorre mi piel. Parece que nada ha cambiado excepto por la ausencia de mi madre. Todo sigue igual. Los mismos muebles, los mismos libros, cuadros, hasta los mismos olores. A veces hasta los ruidos de tacones en el portal cuyo eco aumenta en intensidad conforme se acercan a nuestro rellano, parecen los de antaño. La familiaridad del sonido me confunde puesto que creo distinguir esos pasos, pero el deseo de que se abra la puerta y de que el tiempo retroceda, nunca llega. Los tacones se hacen lejanos pasando de largo. Mi barrio sí ha cambiado. Sigue conservando esa esencia de barrio antiguo de clase obrera integrada por familias que han hecho lo indecible para poder sacar adelante a sus hijos, aunque ahora el color de su piel refleje otro paisaje, otros lugares. Es un barrio que da cobijo a muchas esperanzas, como en su momento también se las dio a mis padres. Ellos procedían de un lugar de La Mancha con raíces ligadas a la agricultura y a la forja del hierro. Las oportunidades de formar una familia y de prosperar se ubicaban lejos de los aperos de labranza y de los yunques. Supongo que entonces el azar les llevó al barrio de Canillejas, aunque creo que no tuvieron mucha más elección. Mis padres empezarían su andadura madrileña acompañados de más familia, en este caso, por parte paterna. Mi abuela Ascensión, la única que todavía sigue cumpliendo años, fue la que organizó a casi todos sus hijos en un mismo bloque. La omnipresente idea de la familia unida se trasladó de un pueblo manchego a un barrio madrileño. Y lo cierto es que funcionó bastante bien. Tengo muchísimos recuerdos de aquella época y de todos mis tíos y primos, a los que seguimos viendo, aunque con menos frecuencia, ya que el único que ha permanecido en el piso es mi padre. Y aunque aquí la esperanza se quebró, el hogar con su pasado y todos sus recuerdos, permanece en pie. Y es precisamente mi padre el que lo mantiene intacto, el que siempre nos da la bienvenida para seguir ocupando nuestras antiguas habitaciones, el que nos hace sentir como si nunca nos hubiéramos ido. Creo que por eso pertenezco a dos hogares. El que me ha dado la libertad de empezar a caminar sin que nadie me de la mano y el que me ha hecho como persona y he vivido hasta la fecha, la mayor parte de mi existencia. Cuando mi padre falte, no quedará ni un ascua que avive todo lo que dicho apartamento ha sido en nuestras vidas. Será triste regresar a Madrid y no regresar a casa. En ese momento me convertiré definitivamente en un turista que habrá perdido sus raíces, aunque no sus recuerdos. Será triste que me quede sin mi verdadero hogar. Si pudiera, me lo llevaría conmigo. No importa el barrio. Ya no pertenezco a él, ya no reconozco a los transeúntes de la calle, ya no formo parte de su vaivén. Mi nuevo barrio está más lejos, en otro país. Pero mi verdadero hogar, siempre será el piso de la calle del barrio de Canillejas.

martes, 14 de julio de 2009

Volvamos a tomar café

Apenas le conozco. He coincidido un par de veces con él a la hora del desayuno. Creo que al ser los dos únicos “hombres” del grupo, se tejió rápidamente una solidaridad de género casi necesaria ante tanta mujer. Pero su ausencia llegó. Protagonizó breves encuentros mojados en café y yo fui testigo de eso y de poco más. Y su ausencia se mastica. Más ahora que está caminando sobre una cuerda muy floja sin red que amortigüe un golpe de esperanza. Nadie se merece algo parecido. Recuerdo cómo Superman podía hacer girar el mundo en sentido contrario a su rotación y deshacer todo tipo de desgracias, las merecidas y las injustas. Me gustaría poder hacer lo mismo para los conocidos y los desconocidos. Me gustaría incluso que alguien también me lo pudiera hacer a mí… Pero en una de estas me despierto y veo que la realidad mundana es mucho más cruel. De verdad que lo siento. Mucho. No te conozco nada pero estas breves líneas son para ti. De verdad espero que venga ese Superman y te conceda el único deseo. Vuelve y sálvame a mí de tanta compañera. Volvamos a tomar café juntos. Volvamos a mirar al horizonte…
Para Jose Antonio.
Y al final no ha podido ser. Mierda.