jueves, 10 de diciembre de 2009

El árbol de mis vecinos

En cuanto se levanten de sus camas y bajen al comedor, se encontrarán con la sorpresa de que la Navidad ha asomado sus ramas verdes y se ha instalado vestida de gala y luces intermitentes en el corazón de su hogar. Todas esas bolas de cristal devolverán el reflejo de unas sonrisas que no cabrán en unas caras repletas de felicidad. No sé que cuento relatará su madre a los dos niños explicándoles cómo ha llegado ese árbol, pero estoy seguro de que aquél polinizará hasta el recreo de su colegio mañana en cuanto compartan su alegría e inocencia con el resto de compañeros que seguramente han sido también tocados por la magia de la Navidad. Y es que su madre lleva trabajando en el montaje del árbol toda la noche. Desde mi ventana veo su esfuerzo e ilusión. Se enmaraña entre luces y adornos. Los niños, sin embargo, se hallan en la galaxia del sueño y no sospechan nada. Quizás lo esperen, pero para ellos no hay medida de tiempo. Supongo que mirar por mi ventana y ver este escenario me ha hecho descubrir uno de los encantos de ésta época. No hay nada como la familia y no hay nada como el amor que las madres profieren a sus hijos. Por un momento he sentido envidia, pero ésta se ha desvanecido ante la ternura de lo que imagino pasará mañana en cuanto esos dos niños vean que por fin, ha llegado la Navidad.

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